Logan. Cuando los héroes crecen.


screen-shot-2017-03-02-at-7-37-44-amDicen que las comparaciones son odiosas, pero a veces sirven para resumir mucho de lo que se quiere decir en poco espacio, así que aquí va: «Logan», supuestamente la última entrega de Hugh Jackman en su papel del mutante Wolverine, es a las películas basadas en comics lo que en su momento fue «Unforgiven» (Clint Eastwood, 1992) para las películas del género western de pistoleros. Un drama, más que una película de acción. Una historia de cocimiento lento, donde el calor no viene de explosiones gratuitas cada 3 minutos en la pantalla, sino que nace del fuego interno del personaje y de eso,Wolverine tiene de sobra.

No me malentiendan, Logan tiene acción suficiente, es más, gracias a la nueva clasificación para adultos que se permitieron abrazar ésta es brutal, sangrienta y gráfica; el tipo de acción que muchos fans del de las garras de adamantium esperaban ver en el cine desde el principio. La violencia se da con tal espíritu carnicero, que uno no puede evitar preguntarse en algún momento sobre la conveniencia de exponer al elenco infantil de la película a tal grado de saña, sobre todo a la pequeña Daphne Keen, quien en un momento carga una cabeza enemiga desmembrada como si se tratara de una sandía para el desayuno. Pero a pesar de esto ni la violencia, ni el lenguaje (equivalente a oír a Samuel L. Jackson tras reventarse el meñique del pie contra la pata de una mesa…descalzo…de madrugada) son gratuitos, no señor. Ambos calzan con el personaje y con este nuevo mundo tan cómodamente como una vieja y arrugada jacket de cuero, después de todo, ahora somos adultos. screen-shot-2017-03-02-at-7-37-19-am

La historia sucede en el futuro próximo, el planeta lleva 25 años sin ver el nacimiento de nuevos mutantes y muchos de los que conocimos en otras entregas del universo X-Men han pasado a mejor vida. La edad ha alcanzado finalmente a Logan, quien tarda días y no segundos en sanar y éste se gana la vida como chofer en la frontera mexico-estadounidense. Xavier, o el Profesor X ahora pasa de los 90 y tiene que lidiar tristemente con las consecuencias de poseer lo que en la película llaman «el cerebro más peligroso del mundo». Ambos no viven, sino que raspan la existencia en medio del polvo y el herrumbre de su escondite fronterizo y en esta miseria y debilidad es donde radica una de las grandes fortalezas de la película, pues en el conflicto y en las calamidades de la historia nacen las buenas actuaciones. En esta ocasión, el calibre de un intérprete como Sir Patrick Stewart tiene rienda suelta para sufrir, para sacar a pasear la rabia contenida de alguien que carga con una culpa inmensa y peor aún, con la incapacidad de no poder hacer nada al respecto. Y al Logan de Jackman, tras 17 años de convivir con el actor, se le permite hacer algo más que gruñir y andar mal encarado por la vida; está cansado, harto de vivir, adicto y profundamente carcomido por todas esas cicatrices que no sanan, las físicas y las emocionales.

Así como le sucede al viejo y añoso personaje de Eastwood en Unforgiven, a Logan el destino le encarga una última misión que podría significar la supervivencia de la nueva generación de «Mutantes» (no les explico el por qué de las comillas para que nadie grite «¡spoiler!» por aquí). Lógicamente, la misión es una última oportunidad para que Xavier y Logan encuentren la redención que tanto necesitan y para que nosotros aprendamos mucho más de sus historias respectivas. Para completar la receta, encontramos la crítica (ya usual en el mundo X-Men) hacia temas como la discriminación y el abuso de poder por parte de las grandes corporaciones, además de temas como el sacrificio por los demás y el sentido de pertenencia como recurso para sobrevivir en un mundo pasado de cruel.

La película se disfruta, pero el cansancio de Wolverine contagia, se sufre con él, y esto es bueno, pues estamos hombro a hombro con un personaje que pareciera capaz de morir si no le apoyamos desde la butaca del cine. Donde antes no importaba cuantas balas le entraran o cuántos batazos le dieran en la crisma, ahora cada paso duele y uno quisiera por momentos, que alguien le pagara un Spa y lo dejaran dormir un año entero.

Luego de ver Logan, la ya lejana primera entrega de los X-Men (2000) parece una película infantil y ciertamente, ésta producción eleva la barra emocional para las demás entregas de superhéroes y antihéroes que vengan después. No es una historia complicada, de hecho es bastante lineal y simple en apariencia, pero finalmente, el cine comienza a rasgar la profundidad que los comics disfrutan hace años y así como a Wolverine le salen canas, los estudios y el público «mainstream»le pierden el miedo a la crudeza del argumento, a que los personajes principales no se vean sexy en el sentido equivalente a un chiquillo de alguna boyband o alguna cantante de moda y sobre todo, a asumir las consecuencias cuando los héroes crecen.

– Walter Campos.

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