Los Confites de los Extraños y las Piernas de las Extrañas


Imagen tomada de aisicha.com
Imagen tomada de aisicha.com

No lo voy a negar, así que lo voy a decir de primera entrada: lo primero que me llamó la atención del grupo de mujeres que entró al lugar donde yo almorzaba aquél día, fue sus piernas. Culpable señor juez; desde que tengo uso de hormonas  de esas que afectan la razón, las piernas femeninas han sido capaces de cambiar la velocidad de la realidad a una especie de cámara lenta digna de la escena más estereotipada. En este punto y dados los tiempos que corren, la idea de aclarar que las piernas no es lo único que admiro de una mujer me hace cosquillas en el cerebro, pero la voy a dejar tranquila. No me pienso disculpar por admirar algo que por naturaleza, me parece hermoso, atractivo y digno de observar desde cualquier punto de vista.

Las piernas en cuestión, eran largas, ejercitadas y con la piel brillante y sana que brindan los ejercicios, los cosméticos, la nutrición o un pequeño ejército de dermatólogos dedicados a producir resultados empeñados en competir con el photoshop. 4 amigas las lucían, tres de ellas con vestidos y enaguas cortas y flojas, de tela lo suficientemente llamativa, como para encargarse de atraer la atención de quien, por alguna razón, no hubiese notado antes sus extremidades inferiores. La cuarta, usaba ropa de gimnasio y llevaba de la mano a una niña muy pequeña, quien claramente no llevaba mucho tiempo de estar caminando por el mundo en dos piernas. Parecían, para resumirlo, cuatro amigas sacadas de esa serie innombrable de películas, en donde las marcas de zapatos y los martini son religiones que justifican el asesinato de todo lo que sea más profundo que lo que pasó en la cita de anoche.

Una ventaja de almorzar sólo en ocasiones, es que se pone una atención especial a los demás y eso, es una divisa

Somos el filtro de su mundo. foto por Claire Conybeare-Chinchilla
Somos el filtro de su mundo.
foto por Claire Conybeare-Chinchilla

valiosa para quienes mercamos, trabajamos y disfrutamos de la creatividad. Un famoso director de cine dijo una vez en una entrevista; que la fama era lo peor que le podía haber sucedido, puesto que lo convertía en el centro de atención donde quiera que estuviese, en lugar de ser él quien espiara a los demás. Es comprensible, al observar con cuidado, nacen historias, cuentos, ideas, novelas, artículos… y posts para blogs como éste.  Y así, de observar unas lindas piernas, pasé a ver lo que sucedía en la mesa de sus dueñas. Éstas conversaban animadamente, mientras la pequeña registraba el lugar con esos ojos líquidos que tienen los niños, como cristales puros por los que la vida entra como si fuera luz, junto con lo malo y lo bueno. Pasaron los minutos, y más bien me pareció que la niña era demasiado bien portada. Sé de muchos otros niños de su edad que con tan sólo un rato sin recibir atención, ya habrían comenzado a competir contra el mundo con todo el sonido de que fueran capaces de producir sus jóvenes pulmones.

No sé si por algún instinto materno propio, o por notar la «soledad en compañía» de la pequeña, pero sucedió que, mientras limpiaba la mesa continua, una de las meseras del lugar le guiñó un ojo a la niña. La chiquilla reaccionó sonriente, y entre las dos hubo un momento de silenciosa complicidad. La mesera terminó de limpiar y fue a recoger una orden para una mesa vecina. La niña la siguió con la mirada, y cuando la mujer volvió a pasar, fue la pequeña la que imitó el guiño de ojo lo mejor que pudo. Esta vez fue la adulta quien soltó una risa espontánea, antes de perderse entre las demás mesas del lugar. La niña la siguió con la mirada mientras pudo; cuando no vio más a la mesera, sus ojos volvieron a fijarse en el techo, la decoración, los rostros de los demás clientes… hasta que dos manotazos secos y rápidos sonaron en su mesa, justo frente a sus pequeños brazos:

– «¡Coma, coma!» –  le ordenó con aspereza una de las amigas de su madre, mientras la veía con severidad. La mamá apenas la miró de reojo, mientras continuaba su conversación con las otras dos ocupantes de la mesa. La niña no comprendía, sus ojos delataban la pregunta que yo también me hacía al ver aquello: ¿Por qué hablarme de esa manera? No contenta con esto, la joven se inclinó sobre la pequeña y le dijo, en el mismo tono amenazante:  «Vea, si no se come la comida, viene esa señora de la bolsa y se la roba. ¿Me oyó? Esa señora se roba a las chiquillas que no hacen caso».

Propiedad de La Viejilla del Saco... o de una inocente mesera.
Propiedad de La Viejilla del Saco… o de una inocente mesera.

La niña (y yo desde mi mesa), seguimos la trayectoria de la mirada de la joven regañona, a través del local, hasta encontrar a la señora «que se roba a las chiquillas que no hacen caso». Era la mesera que hacía minutos había compartido guiños y sonrisas con la pequeña; en ese momento, la joven trabajadora del local, sostenía en sus manos la gran bolsa negra de basura en la que estaba vaciando uno de los basureros del restaurante. La cara de la niña se apagó, vio la bolsa negra, luego la cara de la amiga de su mamá, quien le sostuvo la mirada, como para darle la última estocada a la incredulidad de la pequeña.

-«Si, en esa bolsa las mete.» dijo con gravedad.

La niña bajó la mirada y comenzó a comer. El grupo de amigas volvió a sus charlas sobre quien sabe qué, y la mesera terminó de limpiar los basureros. Momentos más tarde, ésta volvió a caminar por la mesa de las jóvenes y, tal como hiciera las veces anteriores, le sonrió a la pequeña. Esta vez, la niña abrió los ojos asustada y escondió la cara contra el brazo de su mamá, quien pareció no notarlo.  Vi en la cara de la mesera una sutil mezcla de extrañeza, una fracción de arrepentimiento quizás y después, algo que definitivamente puedo catalogar como tristeza. Luego siguió su camino hacia lo que fuera que la necesitaran en la mesa de más adelante.

Si bien es cierto que vivimos en un mundo peligroso, en el que hay que entrenar a los niños para que suban sus defensas ante los peligros potenciales,en ese momento no pude evitar preguntarme exactamente cuántas murallas es sano construir, antes que la suspicacia y el temor nos quiten poco a poco nuestra humanidad. Sentí que, de alguna manera, había presenciado un robo aquella tarde. A la niña y la mesera, les habían robado de uno de esos momentos en los que uno conecta con un extraño y deja de lado la antigua advertencia de no aceptarle confites, para descubrir algo de bondad en quien uno no conoce. Me pregunto, si la niña reaccionará igual que antes cuando la siguiente persona intente interactuar con ella, o si por el contrario, sólo le dará a la gente el mismo grado de atención que su madre y sus amigas le brindaron a ella aquella tarde. ¿Bueno, malo?  ¿Hasta dónde llega la precaución y dónde comienza el volvernos impermeables ante todos aquellos a quienes no conocemos? Les dejo la pregunta.

Las jóvenes terminaron su comida y se levantaron. La chiquilla, de nuevo, de la mano de la madre. Recuerdo haberme pregunto qué pasos irá a aprender. Aún mientras escribo esto, estoy pensando sobre la misma pregunta que les acabo de hacer. Por encima de si algo es bueno o no, está la manera en la que le presentamos el mundo a quienes lo están estrenando. Sobre este respecto, sólo recuerdo que, para entonces, me valió un carajo un grupo de piernas bonitas.

-Walter Campos

18 comentarios sobre “Los Confites de los Extraños y las Piernas de las Extrañas

  1. Excelente llamada de atención para quienes llevamos hijos en proceso de crecimiento y enseñanza, Hay que educar con amor y con el ejemplo … Saludos

  2. Excelente tu punto de vista, , hoy vi tu instragam y entró la curiosidad x ver ke era zen y caos, leí este blog y me pareció interesante… A veces no pensamos en el daño a veces ke causamos al hacer un comentario como este, para un niño desde ke nace todo es un mundo de diversion y experimento, hay ke decirle con tacto muxas cosas ke poco a poco ira entendiendo, la travesía de criar a un hijo es hermosa, mi bebé tiene sólo 6 meses y no hay nada para mi más bello ke verlo reír, poco a poco una aprende como ser mamá y pues basta con sólo dedicarle el tiempo ke él necesita para ke se coma el mundo con ganas y de la forma más adecuada.

  3. También me pone a pensar en qué momento dejamos de asustarlos con el Coco y pasamos a asustarlos con la gente que trabaja (no sólo eso, sino con qué tipo de trabajador/a). E igualmente porqué asustarlos, porqué no un ¡yo te ayudo, comamos juntas, mirá qué rico! Es una pena que los niños y las niñas sufran tanto por el adultocentrismo.
    Y la mamá de la niña estaba? (Sarcasmo).

    1. La vida real asusta. Pero siento que hay que ponerle sueños, crítica, realismo…un poco de todo. La mamá de la niña no dejó de hablar con sus amigas ni de contestar su celular jeje.
      Saludos.
      Walter

  4. Excelente blog, estamos en un momento donde el temor es mejor educación que la precaución… Felicidades me gusta mucho su forma de expresarse todos los blog son muy buenos 😉

  5. En serio muy pocas veces nos damos cuenta de lo que esta sucediendo alrededor, que triste saber que algunas veces somos los adultos los que robamos la inocencia y la dulzura a los niños. Deberiamos ser nosotros los que aprendamos de ellos y empezemos a ser mas «sociables».

  6. Brillante reflexión. La estoy leyendo bastante después de publicada, pero valga el comentario para aplaudir esta llamada de atención y la sensibilidad para entender que los límites se ponen con firmeza y afecto, en vez de recursos torpes que causan confusión e inseguridad en el mundo inocente de l@s niñ@s.

  7. Es un patron aprendido, de generaciones anteriores, “educar en base al miedo”. Además de imponer la comida no enseñar a disfrutarla. Por otra parte sembrar la idea de la descinfianza en otro ser humano. Hay que educar con amor, en el amor no hay miedo ni inseguridad

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