Esta semana todos los interesados en Cerati, twitter, facebook y la información bien dada, tuvimos asientos de primera fila para observar un show completo. Si alguien no está en las redes sociales y no le importa mucho el rock en español, probablemente pudo haber pensado que se trataba de un día normal. Pero no.
De hecho, quienes sí vivimos segundo a segundo el desarrollo de «La Noticia», tuvimos la curiosa oportunidad de observar el anuncio de la «primicia», la sorpresa mundial, los primeros reclamos de cibernautas que no encontraban más información, luego las acusaciones de error, la remoción de la noticia por parte del medio que la publicó, la sustitución de la misma por un status de «no confirmada» y luego los canales oficiales negando la muerte de Cerati, con lo que comenzó el diluvio.
Eso es lo que más me llamó la atención durante el par de horas en que, como muchos, no me atrevía a despegarme mucho de la computadora… y para ser honestos, del teléfono tampoco. Trabajando en un medio de comunicación, en situaciones como estas se activan todos los canales de «puertas traseras», «chismes de pasillo» y otras confesiones entre colegas, sean del mismo medio o de la competencia. En estos casos se borran las líneas empresariales y se pone a hervir un océano de dimes y diretes por debajo de la mesa que resulta impresionante.
Pero a lo que iba; otro día habrá para dedicarle un espacio al mejor estilo «Behind the Scenes» a todo lo que ocurre detrás de un escándalo en nacimiento. Lo que sí quería comentar es de algo que, cualquiera con un poco de interés humano, habrá podido notar.
Es cierto que hubo un error de juicio, un error cuyas verdaderas razones desconocemos; es cierto también que el error ocurrió en una de las noticias que tienen la facultad de propagarse como la pólvora a través de internet, de conmover a cientos de miles, sino millones de fanáticos alrededor del mundo. También es comprensible que el público en general se cuestione si acaso alguien quiso apurarse a dar la noticia, antes de asegurarse de la veracidad o respaldo de «la fuente». Incluso, respeto y estoy de acuerdo en que la falta de una disculpa por parte del medio, una vez hecha la corrección, era motivo de molestia por parte de quienes depositaron en él su confianza.
Pero fue mucho más interesante observar las reacciones a causa del error ya mencionado. Se dijo que Cerati había muerto y a los minutos, a la velocidad de las redes sociales de hecho, se desmintió el hecho y se aclaró que fue un medio costarricense el encargado de difundirlo. A nivel mundial, eso fue una noticia más dentro de las muchas relacionadas con una historia en proceso, la salud de Gustavo Cerati. En Costa Rica, las redes se encargaron de volverla una verdadera carnicería digital.
Sé que para muchos fans de hueso colorado, el que les hallan «matado» por unos minutos a Cerati, fue un baldazo de agua fría. Sé que a muchos comunicadores les pareció garrafal el error de hacerlo. Pero bastaba con leer la rabia casi inmediata de muchos que twittearon o postearon su parecer, para preguntarse si realmente el asunto este les había molestado tanto, o más bien sirvió como llave que abrió una puerta especial: la oportunidad de agredir en grupo, de insultar, supuestamente justificados por que alguien se equivocó dando una noticia.
Repito que es cierto, esto no debió suceder, menos en un medio de confianza y todo eso. Pero cuesta creer que todos los que opinaron sean columnas de virtud de tan impecable sensibilidad, que no tuvieran más remedio que desahogarse durante dos horas, mediante insultos y demás, ante el error periodístico. Todos opinamos, todos retwiteamos, todos nos reímos con los hashtags de noticias falsas (y la verdad, comiquísimas), que nacieron al calor de todo esto. Pero a otros… a otros, yo les sugeriría disfrazarse de sacerdotes del templo en la próxima semana santa, para que pudieran rasgarse las vestiduras con toda la satisfacción de que alguien los está viendo y aplaudiendo.
Muchas veces nos preguntamos por qué cuando una muchedumbre ataca lo hace con tanta saña, pero hay algo que encubre y justifica cuando se ataca en manada, cuando se cree tener la potestad de hacerlo por que uno fue afectado por un error. Al rato lo que me daba era gracia, ver a algunos utilizando el gran poder que dan las redes sociales, para clamar por boicots, por que rodaran cabezas, por que el país entero se dirigiera con antorchas y tridentes, al mejor estilo de las películas de terror a blanco y negro, hasta la fuente de la noticia para pedir sangre.
¿Estoy exagerando? No sé. ¿qué fue una pelada? Claro ¿qué no debió pasar? cierto otra vez. Pero al rato de estar leyendo opiniones, la mía pasó de «puta, si es cierto, que pelada» a «ok, ya supérenlo». A algunos se les hizo agua la boca el ver que un medio grande fallara, a otros les encantó tener justificación para insultar en manada, pero sospecho que poco tiene que ver con un amor tan grande hacia un cantante (o hacia la verdad absoluta) y más con la antigua tradición de hacer leña de un árbol caído, de volar serrucho a la tica o de hacer bulla cuando otros hacen bulla.
-Walter Campos
En realidad me encanto la nota pero esta parte es mi preferida: “Pero a otros… a otros, yo les sugeriría disfrazarse de sacerdotes del templo en la próxima semana santa, para que pudieran rasgarse las vestiduras con toda la satisfacción de que alguien los está viendo y aplaudiendo.”
Excelente comentario que le cae a más de uno en este país y no solo para semana santa!!!!
jaja Gracias!! si, no hay que jugar de más papista que el papa tampoco. Fue una pelada bien seria, pero tampoco me voy a tirar a morir… o a matar.
w-
Lo que sucedió ese día luego del fallo de La Nación fue un despliegue de uno de los aspectos idiosincráticos más desagradables del costarricense, esto es, la chota. La broma hiriente con el error ajeno y la explotación inmisericorde de la vergüenza pública. Y es desconcertante también el percatarse de que quien hace chota pareciera, al menos por ese momento, sentirse exento de la comisión de errores, o al menos con un grado de maestría sobre el tema en cuestión que le autoriza desacreditar al otro mediante la burla. Desafortunadamente, la chota es parte de las características del tico que nos hace «pura vida». Como decía la canción de Paco Navarrete: «Que siga el vacilón».
Totalmente de acuerdo. No es para nada defender el error periodístico, pero cabría preguntarles a muchos: si el fallo en el ejercicio del periodismo fue lo que los molestó a tal extremo, ¿confirmaron entonces ellos SUS fuentes, como para poder decir con tal propiedad, que el error se debió al hambre de primicia? ¿poseen la información necesaria para descartar que fuera una confusión desafortunada? Es verdad lo que decís, en manadas nos sentimos muy valientes y al menos, durante el ataque, todo el mundo tiene la verdad absoluta.
gracias por leer!!
-Walter
Lo preocupante, es ver la facilidad que tenemos los ticos para tocar la herida una y otra vez, «solidarisarnos» con una masa sin norte e iniciar una guerra de irrespetos. No se piensa dos veces antes de expresarse negativamente, es más, se espera con ansías que alguien se equivoque para dar pie a cuanto comentario sin sentido se pueda hacer. Lamentablemente es nuestra cultura. Espero que los que luchamos por cambiarla algún día veamos el giro.
Algo debe ser. Siento que debemos de tener mucho embotellado por dentro, por que apenas sentimos que se justifica algo, corremos en manada a pisotear y atacar. Nadie niega que hubo un error, pero para mí, no pasa de una pelada profesional y ya. Sobredimensionada la respuesta creo.
-W
en fin, cuando despierte….
diganle a Gustavo, que ya pasó el temblor!
😛