Dicen, que si las personas «normales», hicieran lo que hacen los artistas famosos, probablemente terminarían ganándose un viaje con todo pago al hotel de habitaciones blancas con paredes acolchadas, camisas con hebillas en la espalda y de feria, con sedantes de cortesía, a cargo de un amable staff de enfermeros. A ellos no les dicen locos, les dicen «excéntricos», pero eso sólo sucede cuando se ha logrado sobrevivir durante el tiempo suficiente, como para convertirse en famosos en primer lugar.
Así, cuando un conocidísimo grupo de heavy metal, pide en su contrato, tener tazones en su camerino, llenos hasta el tope de M&M azules, sólo por que sí, pues la mayoría no pasará de un sumiso «¡Qué varas de maes!» (mientras se sienta como abuelita de antaño a seleccionar frijoles, perdón, confites). Otros, podrán echarle la culpa a las drogas y en general, la mayoría podrá decir que, «diay, son artistas».
De igual manera, cuando hay actores que utilizan el famoso «Método» y se sumergen en sus personajes (habilidad que admiro, por cierto); a menos que sean famosos, muchos podrán no respetarles la forma en que intentan dar una buena actuación. Es más, puedo imaginarme a un ficticio «Juan Pérez», actor a medio emplear, recibiendo de su familia y amigos, muecas similares a las que pone cualquiera que se acaba de arrancar un pelo de la naríz, por que decidió seguir hablando con acento arameo antiguo «para mantenerse en contacto con su personaje». Puedo visualizar perfectamente, el manazo a la Many Pacquiao que le repartiría la doña si, nuestro amigo Juan, decidiera contestarle algo así como: «¡No jodás perra!», a su pregunta de si quiere más cafecito, simplemente por que «está en personaje» de agresor doméstico en su más reciente obra.

En el caso de Daniel Day-Lewis, considerado por muchos como uno de los mejores actores del planeta, ya son famosas sus estrategias (y consecuencias sufridas) para no desligarse del personaje que interpreta. Se comenta, por ejemplo, que salió huyendo del escenario de un teatro al interpretar Hamlet pues, efectivamente, vio al fantasma de su propio padre, tal y como le sucedía al príncipe danés en esa escena. También que, el personal de la película «Mi Pie Izquierdo», tuvo que darle de comer y bañarlo, pues él, que interpretaba a un cuadraplégico, se negaba a abandonar esa condición. Para «En el Nombre del Padre», solicitó que guardas ingleses, patearan la jaula en la que se encerró y le insultaran durante días, con el fin de interpretar convincentemente a un preso político irlandés. Y la lista sigue.
En una entrevista que leí, el actor contesta a la pregunta: ¿Cual fue la actuación más difícil de su vida? Su respuesta fue inusual: «Convencer al mundo de que estoy cuerdo». Así. El artículo comenta que, antes de hacerse famoso y «excéntrico», muchos pensaron que, efectivamente, estaba loco y terminó ganándose un viaje al hotel que les contaba al principio del post. Una vez adentro, se encontró con el gran dilema que les lanzo a ustedes:
«Si fueran encerrados en una institución mental, ¿cómo demostrarle a cualquiera, que no están locos?» Piénsenlo, si son muy educados, serían el loquito tranquilo; si se ponen desesperados, ahí va la dosis de sedante y si la historia que cuentan es muy elaborada, cualquiera pensaría que se las está dictando alguna de las 6 voces y media que oyen en su cabeza.
Day-Lewis no contestó a la pregunta de cómo logró salir exactamente. Igual, tras comprobar las toneládas métricas de abono orgánico que realmente son algunas informaciones en internet, habrá que preguntarle personalmente si el anécdota es cierto. Pero me dejó una duda del mismo tamaño, que la de demostrar nuestra cordura.
¿Cómo haría uno, en caso de ser una persona honesta y trabajadora, para lanzarse a la presidencia y demostrarle al pueblo, que uno habla en serio?

En primer lugar, decirse político, ya equivale ante la gente, a decir que uno tiene llagas en las manos por los cables de títere que le ponen sus «amigos» poderosos. O peor, puede ser un títere de mano, en cuyo caso, algunos orificios corporales jamás volverán a ser los mismos.
¿Qué incluiría uno en sus mensajes de campaña, que no generara (más) anticuerpos? Sepan, que ya nadie se traga el cuento de que uno dedica dos horas al día a besar bebés desconocidos; de por sí, que eso traería serios problemas legales, sobre todo si se hace con la efusividad aplasta-cachetes que uno ve en las plazas públicas o en los anuncios. Tampoco zangolotear viejitas como si fueran piñatas rellenas de votos, para ver qué les sale al apretarlas.
¿Apedrear al Gobierno de turno? Hecho. ¿Prometer que uno haría las cosas diferente? Eso, precisamente, no tiene nada de diferente. ¿Y qué tal hacer una lista de los males del país y decir, con voz grave, que estamos yéndonos por la vía de lujo hacia una gran boñiga y que tenemos que ponerle freno? Genial como recordatorio, pero nadie dice cómo es que, precisamente, se le pone freno al asunto.
Tal vez, sólo tal vez, yo comenzaría a, por lo menos, ponerle mas atención a alguien que inicie su candidatura, reconociendo los aciertos del actual gobierno o de los planes de sus adversarios. Si, del quienes sean. Si de inmediato me responden que no hay nada bueno en ningún lado, perdón, pero me parece demasiado simplista. Si buscamos con lupa, cada persona, organización o grupo social, tiene algo que nos puede servir. Aunque sea, un extenso manual de cómo no hacer las cosas. Al menos, con eso, me demostrarían que, más que babear por el poder, lo que desean es hallar, de cualquier lado de donde se puedan ordeñar, soluciones para el país, vengan de donde vengan.
Seguiría poniendo más atención, si no me prometen tanto el cielo y la tierra. Pienso que la prometedera compulsiva, es culpable en parte, de que nuestro pueblo tenga actitud de mendigo, de ver qué le dan para ver si suelta el voto, en lugar de pensar en qué se puede hacer como país. Juntos, con dignidad, no de a «regalao».
Y finalmente, tal vez comience a creer en alguien a quien se le puedan demostrar logros concretos, en lugar de algún pedigree distinguido que sólo se desempolva cada 4 años.
Y bueno, me hago un auto pase y pienso, ¿cómo sería mi candidatura presidencial? Es más fácil decirlo que hacerlo, de eso estoy completamente seguro. También, estoy seguro de que la política es más enredada que un par de audífonos que se dejan sueltos en un bolso de gimnasio, pero si de soñar se trata, soñemos.
Prometería tiempos duros, por que no va ser fácil arreglar el país.

Prometería, que todos vamos a tener que sacrificar algo. No se pueden ver los toros desde la barrera. Los hombres de negocios, tendrán que saber que no se puede generar riqueza, mientras el país mata la gallina de los huevos de oro y se arrasa el monte para construir terrazas de lujo. Me pesa decirlo, pero también los ambientalistas, tendrían que ceder: no podemos vivir sólo preocupados por nuestro querido verdor, mientras seres humanos pasan hambre y pobreza, pudiendo aprovechar, de forma sostenible, algunos de nuestros recursos. (pausa: digo sostenible en el sentido real de la palabra, no en el del diccionario del vivazo costarricense. Gracias)
Los pipis tendrían que aprender, que es hora de amar a nuestro país, de que el simple hecho de poder pagar un tiquete de avión para «descansar de Costa Rica» un rato, no los hace menos costarricenses. Los resentidos sociales, deberán dejar de pensar, que cualquiera que tiene dinero, es el malo, al que hay que derrotar y serrucharle el piso; o que si los ricos están mal, entonces por milagro de la divina torta envuelta en huevo, los pobres estarán mejor.
Piensen, amigos, en sus respectivas candidaturas presidenciales… ¿Qué gustarían de ver hecho en nuestro país? ¿Qué se atreverían a prometer… y qué no?
Tal vez, poniéndonos un rato en los zapatos de quienes se están lanzando a presidente, podamos afilar un poco la mirada y separar la mierda de las ideas reales (así como si fueran M&M’s azules). Tal vez, sepamos también, encontrar si existe alguien honesto, alguien que no esté dando la lucha por lograr una gran actuación…como si fuera Daniel Day Lewis, que, después de todo, terminó actuando de presidente.
-Walter Campos
Con la experiencia que me deja la media teja (….y pico), puedo decir con toda propiedad que el político que diga la verdad no vende proyección. Los votantes nos dejamos llevar más por canto de sirenas que por evaluaciones certeras que confirmen nuestra situación. El análisis de brecha me lleva a concluir que arrastra más quien prometa cosas desalineadas con la realidad que quien proponga sacrificio y trabajo. Debo reconocerlo, las técnicas de mercadotecnia aplicadas en las campañas políticas son incompatibles con el concepto de democracia y de buenas prácticas….así las cosas, debemos poner una equis en una papeleta saturada del supra citado «abono orgánico». Solo espero poder vivir para ver que las tecnologías de información revolucionen el modelo de administración pública y pasemos de una democracia representativa (firmar cheques en blanco cada 4 años) a una democracia participativa (evaluar, actuar, controlar, proponer, fiscalizar…..) todos los días de nuestra vida….Un placer compartir tus inquietudes cívicas.
¡Muchísimas gracias don Eduardo! Muy interesante los conceptos de democracias representativas y participativas. Es algo que hay que lograr. Gracias.
-Walter
Una lectura para reflexionar bastante. Voy a tener que aplicar el método de separación para poder escoger el mejor candidato, dejando de lado a aquellos que son más promesas y palabras que buenas candidaturas. El próximo año será la primera vez que emita mi voto para escoger al presidente por cuatro años, y quiero que mi voto valga la pena. No quiero pensar después de los resultados que fue lo mismo que si no hubiera ido a dar mi voto, quiero sentirme orgulloso de pertenecer a la fracción de la población que se preocupa realmente por el país y que intentamos hacer algo para mejorarlo y dejar las decisiones que tomar en las mejores manos. Como siempre es un placer leer este blog. Con cada texto aprendo más y más cosas, y por supuesto reflexiono y veo muy diferentes las cosas. ¡Muchas felicidades Walter! En verdad es un blog lleno de lectura de calidad. ¡Saludos!
Es un artículo que vale la pena leer. Es algo que llevo pensando por mucho tiempo, ahora sí a todos nos importa la política, pero ¿que hemos hecho? Para parar el bus en el que vamos camino al caos. Sentados con el cinturón unos y otros en el pasillo vulnerables ante lo que pase no es la solución definitivamente. Es necesario que se proponga pero sobretodo que se haga, que no funcionó a, bueno entonces probamos b. Pero que las cosas se hagan y se prueben y se intenten. Así todos estaríamos en un mismo lugar porque el problema es cuando todos esos (ambientalistas, reprimidos, ricos, pobres, profesionales…) viven en países distintos y se olvidan que estamos todos cobijados con la misma bandera y que por esto tenemos que trabajar. Independientemente de quien sea presidente todos tenemos que optar por mejorar la realidad que nos rodea.
Que bien ponerse en los zapatos de ellos no solo juzgar y porque no un tiempo en el hotel de paredes blancas pero con muchas M&M