El huevo de mi amigo.


Marcando la diferencia.
Marcando la diferencia.

Ok, algo puede salir realmente mal con un título como este, lo sé. Para romper el hielo, diré que no tiene nada que ver con algo que precise la ayuda de un urólogo, ni de un guionista de Brokeback Mountain, ni nada por el estilo. Más bien, un avicultor podría levantar la ceja… pero mejor procedamos con la historia.

Resulta ser, que cuando vivía con mis papás, allá por la época de colegio, los huevos que se compraban para comer, siempre eran de un color «caféclaromezcladoconladrilloyunagotadenaranja», si, de esos entre marrón y rosado.

Estando de visita en la casa de mi mejor amigo, me encontraba haciendo lo que cualquier adolescente  que se respeta: arrasando con los contenidos de la refrigeradora de la familia que, tan desinteresadamente, me daba asilo en su casa. Ahí estaba yo, poniendo en peligro las reservas alimentarias de ese hogar más eficientemente que horda de bárbaros cuando, de reojo, me fijé en el departamento de huevos de la refrigeradora. Algo no calzaba. Algo tan normal que no lo noté al principio, pero yo sabía que algo, allí, era diferente.

Eran huevos blancos. «Como los de las fábulas», pensé.  Como tenían que ser los huevos, al menos de acuerdo con los libros de texto que, desde el kinder, le hacían leer a uno.  No sé, sonará raro, pero de verdad que fue un detalle tan minúsculo, que no lo había notado antes.

Lo que hice a continuación lo recuerdo muy bien, el por qué lo hice, no. De fijo, las neuronas que guardaban esa información murieron víctimas de los primeros 6 meses de universidad, o quizás, decidieron extraditar esos recuerdos, para hacerle lugar a algún perfume de mujer o a alguno de los poemas que comenzaron a martillarme el cerebro en esa época.

Lo que sucedió fue que, en algún momento, entre devorar el equivalente a tres almuerzos de mi anfitrión y vaguear durante la tarde, tomé un marcador Screen Shot 2014-03-26 at 9.09.14 AMnegro y me dirigí nuevamente hacia la refrigeradora. La abrí y elegí uno de esos huevos tan inmaculados, tan de ficción de libro de texto… y le dibujé una cara. Nada que haría temblar a DaVinci en un concurso de artes plásticas, tan sólo un par de ojos bien expresivos y alegres y una sonrisa. Hice eso y ya, lo puse de vuelta con el resto de sus hermanos, (en sentido figurado, nada me garantiza que todos los huevos hayan sido expulsados de la misma gallina).

No sé si dejé el huevo como un embajador de buena voluntad, para que a la mamá de mi amigo le diera risa y se le apaciguara la justificada furia de hallar su despensa más vacía que plenario legislativo en tarde de decisiones importantes, pero seguramente, me habría olvidado de eso, de no ser por lo que, meses más tarde, sucedió.

En media conversación sobre el origen del universo, la inmortalidad del cangrejo o lo que fuera que nos tuviera entretenidos, mi amigo, que era experto en atravesar temas sobre otros (al mejor estilo de uno de esos conductores que gustan de hacerle cosquillas al tren) dijo:

«¡Mae huevón! ¡Por tu culpa no se han comido al huevo de la carita!»

Por mi cara de gato encandilado por las luces del carro, era obvio que no sabía de lo que mi amigo estaba hablando.

¡No se lo coman!
¡No se lo coman!

Segundos más tarde me explicaría que ni su mamá, ni su hermano, ni sus hermanas, ni la muchacha del oficio doméstico, se habían atrevido a quebrar el huevo. Lo habían tenido en sus manos, si… acercándolo peligrosamente al filo de la sartén. Pero al último segundo, el huevo parecía hacer uso de sus poderes telepáticos pues, mejor que el gato con botas de Shrek, los convencía de devolverlo a la refrigeradora.

Así, pasaron cartones y cartones de otros huevos, blancos como él, pero ninguno sabía hacer ojitos y sonreír como ese. No me gustaría mentirles, pero creo recordar a medias, que hasta nombre le habían puesto.

Con los años, las neuronas desempolvaron la historia del huevo cuando, siendo testigo de un enfrentamiento entre una pareja, la observé a ella desarmarlo a él con una sonrisa. También recordé al óvalo blanco ese, durante varios otros momentos de mi vida; momentos serios, en los que no debería de haber estado pensando en huevos sonrientes. Sin embargo, algo quedó en mí, sobre la lección que me dio el poder de una sonrisa a tiempo.

Usualmente, al estar frente a una persona extraña, si sonreímos, la otra persona nos devuelve la sonrisa casi por reflejo. (Hombres: esto no aplica si la línea de visión está varios grados por debajo de la barbilla de la mujer, mucho menos si la sonrisa va acompañada de una risilla nerviosa… y algo de baba)

La palabra clave: humanizar. Vivimos con tanto miedo de que alguien pueda percibimos como seres sensibles, que esto, eventualmente, se vuelve en nuestra contra. Aparentar una dureza antinatural, con el ánimo de que no intenten lastimarnos, también da como resultado, cierto campo de fuerza. En la vida, se debe ser fuerte, si, pero de verdad, estoy convencido de que esa fuerza, no viene de ser totalmente impermeables ante el mundo.

Creo que lo había tocado en otra parte del blog; esa imagen de que el que es «cool», nunca sale sonriendo, de que el que aparenta indiferencia es el que nunca sale herido, es una ficción podrida que nos puede privar de sacarle el jugo a la vida.

Llegará el momento en que la vida nos tenga frente al filo de nuestro propio sartén; sabremos entonces que nos llegó la hora, como eventualmente,

Esperemos que se haya reencontrado con su mamá…

también le llegó la suya al huevo de nuestra historia. Nunca supe quién terminó su reinado dentro del refrigerador, si terminó revuelto en molote sabroso con otros de su tipo, o si por el contrario, se despidió de este mundo de forma solitaria, como huevo duro. Lo que sé, es que su estancia en ese refri, fue marcadamente diferente a la de los demás huevos. Cuando estemos frente a frente con nuestro propio final, me gustaría pensar que no tendremos tantos remordimientos por no haber vivido al máximo, como de fijo los tendrán quienes se la pasaron preocupados por construir su imagen/armadura.

Con tantas máscaras que gustamos de usar en estos días, el encaramarnos una sonrisa muy humana, puede hacer la diferencia… la hizo para un huevo blanco.

 

– Walter Campos

39 comentarios sobre “El huevo de mi amigo.

  1. hahaha esto me recuerda un famoso paraguas que tuve por muchos años, de hecho terminó du vida cuando oxidado ya no se podía abrir y esto porque le puse nombre. Miércoles asi se llamaba lo conocían mis compañeros, mis amigos y familia. Algo tan simple como personificar cambia el panorama y mejor aun cuando nos vemos y vemos lo que nos rodea como seres con sentimientos, necesidades y esperanzas, cuando consideramos a los que caminan como a mi misma y reduzco la velocidad para no mojarla con el agua del charco, o considero a quien debe cruzar la pista porque no tiene opción. Debo dibujar en mi mente una carita felux y no ser cerrada como un huevo 🙂

      1. Honestamente me impresionó que le dieras importancia al color dek huevo, pensaste en hacerle carita a un huevo amarillocafelsdrillo…? o esos no podian tener caritas?

      2. Claro que pueden tener caritas jaja, cualquier huevo puede tener caritas, pero la verdad, los blancos no eran tan comunes en esa época, me llamó la atención y el resto… es historia jaja.
        -W

  2. Como siempre, excelentes tus aportes en pro de ese «humanismo» que tanto nos hace falta a los «humanos», en un mundo en donde impera la frialdad. las apariencias y el desamor hacia los demás. Gracias por tus escritos.

  3. Uyyyyy….qué lindo artículo y me gustó, me recordó como las cosas simples y accesibles como una sonrisa, un saludo, una mano extendida o un por favor y gracias pueden hacer sentir bien a alguien más… Nada cuesta ver un poquito más allá de la «cáscara» y encontrar al ser humano, a quien aveces tenemos siempre cerca y no descubrimos su realidad…o aquel que simplemente pasó a nuestro lado en la calle y quizá nuestra sonrisa le alegró un poquito el día… Voy a hacerle caritas a mis huevos a ver qué hacen los de por aquí…

  4. Jajaja…..Todo un manifiesto filosófico derivado de la postura de ave….
    Gracias por compartir ( porque según entendí hoy, siempre has compartido todo), una amena lectura para empezar el día….

  5. Mientras leo, reproduzco la historia en mi mente. Te imagino abriendo la refrigeradora un tanto temeroso de tomar el huevo y la destreza que debiste tener para hacerlo fácil y colocarlo de nuevo… es realmente increíble como de una sencilla historia sacas un episodio de la vida que parece sencillo pero aveces cuesta, como lo es sonreír! Sonreír cambia vidas, cambia momentos tristes, te da esperanza y un panorama distinto. Te cambia a ti mismo y nos damos cuenta que nada era tan importante como para amargarse. Tiempo de sonreír le a la vida, aún de reojo estando al filo del sartén… Quien quita un quite y todo cambie por tener una actitud distinta…

  6. Walter, Me encantó tu imaginación de niño travieso, pero una travesura muy bien dirigida en pos de arrancar una sonrisa, puf ¡¡¡¡ me imagino, muuuchas sonrisas. Gracias por tu historia.

  7. Me gusto mucho, jajaja el huevo que venció el sarten… eso de humanizar, de sonrerir al máximo, de ser feliz y transmitirlo a los demás es un tarea que debemos de anotarla a diario en nuestras agendas, gracias por compartir la historia, seguimos en contacto y como siempre 100 % positivos

  8. Está muy bueno el del huevo y de verdad deja una enseñanza y lo hace reflexionar estuvo muy interesante la del huevo de su amigo y lo curioso fue xq sólo ese huevo blanco y los otros no y los de color ladrilló no le hiciera caritas

  9. Siempre he leído sus notas mas nunca las he comentado. Pero, este huevo sonriente, me encantó! Excelente!
    Soy de las locas que cuando ando por la calle ando la sonrisa puesta y lo que más me gusta es ver la cantidad de personas que andan por ella con cara triste, cansada, ajetreada o indiferente y que al verme cambian esas líneas de expresión y esbozan una sonrisa también!
    Gracias por su blog…

  10. Siempre he leído sus notas mas nunca las he comentado. Pero, este huevo sonriente, me encantó! Excelente!
    Soy de las locas que cuando ando por la calle ando la sonrisa puesta y lo que más me gusta es ver la cantidad de personas que andan por ella con cara triste, cansada, ajetreada o indiferente y que al verme cambian esas líneas de expresión y esbozan una sonrisa también!
    Gracias por su blog…

  11. Jajaja, me encantó este artículo! Andaba aquí por el Blog, leyendo, y pues a como es la mente, el título de este me llamo la atención, jaja, pero sinceramente disfrute leerlo, de principio a fin! Es excelente! 😄

  12. No deja de sorprenderme cada cosa que escribes. Gracias por recordarme las cosas bonitas de la vida, que a veces por el «corre corre» se olvidan.
    Un gran abrazo!

  13. Gracias me sacaste las lágrimas. Hoy fuiste mi huevo blanco amigo. Gracias por esta historia marcastenla diferencia

  14. «Aparentar una dureza antinatural con el animo que no intenten lastimarnos» que jeta he leído varios post suyos pero ninguno como este, realmente me llego! 😉

  15. Me encanto esta reflexion. Llegue a tu blog por la noticia de que las historias de tu blog serian publicadas en el libro que lleva por nombre el mismo nombre del blog. Como seguidora del programa me quise aventurar a buscar tu blog. Y exitosamente lo encontre. He leido un par de historias, todas muy bonitas pero esta me encanto. Voy a seguir leyendo! Felicidades

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